Santiago Spirito fue invitado a pintar las calles del barrio The Bushwick, en Nueva York, donde inmortalizó con sus stencils retratos de "inmigrantes, desplazados, refugiados".
El artista argentino Santiago “Cabaio” Spirito, que ha realizado murales desde la Bombonera en La Boca hasta el restaurante Tegui, en Palermo, fue invitado a pintar las calles del barrio The Bushwick, en Nueva York, donde inmortalizó con sus stencils retratos de “inmigrantes, desplazados, refugiados”, aquellos grupos que “las ciudades quieren esconder”.
No es la primera vez que Spirito (quien firma sus obras con el apodo Cabaio) es invitado al festival urbano de The Bushwick Collective, que se realiza cada junio en uno de los vecindarios más prolíficos de Nueva York en lo que respecta a street art y graffiti, organizado por este colectivo de artistas urbanos que desde 2011 toman las calles de la ciudad como una galería a cielo abierto.
Cabaio ya viajó en cuatro oportunidades a la zona de Bushwick, las dos últimas en 2018 y en 2021 como parte del festival, e incluso, una de sus obras previas forma parte del recorrido virtual “Street Art Project”, que reúne 5.000 obras de arte urbano del mundo digitalizadas y compartidas en la plataforma Google Arts and Culture.
Desde la aparición del primer mural, en el año 2011, y la consecuente transformación de la imagen de este barrio de trabajadores, esta antigua zona industrial de Brooklyn no ha parado de atraer la atención de bares, cafeterías y restaurantes de moda, con su consecuente gentrificación.
“Los artistas callejeros somos actores esenciales de lo urbano. Un ‘muralito’ te hace cool un barrio. Lamentablemente, muchos de los festivales que se hacen en el mundo son para impulsar proyectos inmobiliarios en barrios que están medio medio. Ponen tres murales y eso empieza a cambiar la cara del barrio. Está bien que mejoren una zona pero a la identidad, a la gente del barrio, déjenla ahí”, manifiesta Santiago Spirito en una entrevista con Télam.
“Los artistas callejeros somos parte de eso, no podemos escaparle -reflexiona el artista- pero de mi parte, la artística, al menos voy a tratar de denunciar. Eso no va a cambiar algo pero es lo que me pasa y lo digo. No siempre pero en general, cuando te invitan a pintar un mural, está pasando algo por el estilo; hay otro interés de fondo”, dispara el artista que con sus stencils combina mensajes, imágenes y formas geométricas.
“En The Bushwick, busqué representar lo que ciertas ciudades quieren esconder: inmigrantes, desplazados, refugiados. Por eso combiné diferentes rostros que reflejan las comunidades excluidas, con texturas de la ciudad”, explica Cabaio, que intervino también el Centro Cultural Recoleta, bares, cervecerías, estaciones de subte y espacios públicos de Buenos Aires, San Pablo, México, Valencia, Barcelona y Salvador de Bahía.
– ¿Cómo te enfrentas a la pared en blanco? ¿Cómo nace la imaginería que llevás al mural?
– Es bastante obvio lo que te voy a decir pero lo que me inspira es el contexto que me rodea, lo que me pasa, las cosas que veo y me afectan. Lo que traté de mostrar es lo que las ciudades en general tratan de esconder. Por ejemplo las minorías. Algo parecido, muy de lejos, es familiar a que “a los locos los encierran también, los esconden en loqueros”. Hay ciertas ciudades que tienden a invisibilizar. Toda esa invisibilización conlleva movimientos, la gente se tiene que mover de los lugares donde viven. Y la especulación inmobiliaria hace que suban los precios. Hay miles de estrategias para ir corriéndolos del centro de la escena. Yo traté de mostrar la maquinaria de las ciudades que invisibiliza a las personas. No es la ciudad quien decide, la ciudad es el objeto, que manejan personas que deciden. Y bueno, esas personas obviamente son inmigrantes, minorías, marginados. La imagen central es de fragmentos de inmigrantes, con los que hice una cara nueva, la nariz de una persona, la boca de otra, etcétera.
– Los rostros que aparecen, ¿son personas reales?
– Una es una foto familiar, son amigas de mi madre que se instalaron en Concordia. Otras son de mi abuelo, que fue inmigrante en Colombia. Están mi abuelo y mi tío caminando. Hay una que hice con distintas imágenes y hay una de un japonés que saqué de una revista antigua por Internet. Los orientales y asiáticos también tienen un tema ahí con Estados Unidos, de odio y racismo.
– ¿Cuáles son las cualidades de pintar con stencil, una plantilla calada?
– Cuando empecé a pintar salía de noche a la calle con un amigo, con una sola plantilla y un aerosol. Hacíamos un recorrido e íbamos pintando. Era muy bueno porque lo hacías muy rápido y podías repetir la imagen, eso genera una fuerza muy grande, ver una imagen una vez no es lo mismo que verla 50 veces. Me gusta el stencil porque es simple de hacer, y sobre todo por la rapidez de ejecución y la síntesis que tiene la imagen. Pero la mirada de la gente cambió desde entonces. Antes llamaban a la policía, ahora te sacan una foto, te piden si les haces un muralito en sus casas. Ahora te ven como un artista, pero estas haciendo prácticamente la misma acción que antes, solo que ahora todo cambió alrededor, te vende de una manera positiva. Eso es bueno, ayuda.
– Previo a este trabajo, estuviste en el restaurant de Tegui y en la Bombonera pintando stencils.
– Lo de Tegui fue en 2008, yo era otra persona y él nos pidió algo en especial. German Martitegui quería que pareciera que en esa paredes habían sido pintadas durante varios años por mucha gente, podríamos pintar cualquier cosa sin pensar prácticamente. Teníamos stencils cortados. En esa época yo trabajaba de mozo, entonces lo hice de hobbie y ganamos plata, estuvo buenísimo. En la Bombonera fue otra cosa porque yo soy hincha de Boca. Me encantó hacer ese mural. Propuse algunos personajes, ídolos de Boca, jugadores, algunos símbolos como el estadio, la hinchada o alguna bandera, alguna frase. Depende del lugar veo qué me surge.
– Si bien el mural es propiamente del espacio público, de alguna manera el muralismo se está equiparando con otras disciplinas artísticas, entrando a los museos ¿Estás de acuerdo?
– No está equiparado al resto de ramas del arte o las más corrientes, pero sí que en muy poco tiempo encontró su lugar en galerías, exposiciones, las marcas. Todo eso ayudó a que la gente lo acepte, lo estandarizó o lo mostró como algo “cool”, positivo. No es “estandarizó” la palabra, pero le dio una entidad positiva, y ahora “claro, si está en galerías…”. Si lo usa Coca Cola o Puma, por ejemplo, es cool, está bueno. Creo que si tienen lugar pero me parece que se va a valorar mucho más en unos años, 20 o 30 años quizás. Cuando ya haya otras nuevas corrientes, esta ya esté más afianzada y por ahí la gente vaya a buscar a los de años anteriores. Si vos seguís teniendo una carrera, lo que hiciste años atrás cobra mayor valor. Ponele Basquiat cuando lo hacía en los 80, sus cuadros tenían un valor y hoy día se venden a millones de dólares. Todo el arte urbano se va a valorar más en unos años.
Télam.